HASTA DONDE NUESTRO
COMPROMISO
CON LA TIERRA
Para todos
los que hemos leído “Carta a la Tierra” no podemos sustraernos a la realidad de
que si no nos vemos como seres humanos que conformamos una sola familia con un
destino común poco podremos hacer para lograr revertir lo que hasta ahora hemos
hecho con este pequeño punto azul en el universo como lo llamaba Carl Sagan.
La diversidad
de culturas que hasta ahora conforman la humanidad no nos impide que tengamos
un compromiso con la justicia económica que nos haga más sensibles hacia la
realidad de la pobreza en nuestros países y comprometidos con una cultura de
paz dado el nivel de intolerancia que mostramos hacia los pueblos que no
comparten nuestra religión, nuestros valores o simplemente por el deseo de
satisfacer nuestras propias necesidades aún a costa de avasallar los recursos
naturales de otros pueblos en nuestro propio beneficio como se ha destacado
especialmente en el consumismo energético a basa de derivados del petróleo.
Tierras
fértiles, aguas puras y aire limpio deberían ser nuestras prioridades y los que
de alguna forma podemos contribuir a ello debemos hacerlo sin dudar del
compromiso. En nuestras casas, cuidando el consumo del agua, evitando la
contaminación de las fuentes de agua o los ríos que atraviesan nuestras
ciudades. Nos sensibilizaría mucho visitar la desembocadura del Río Grande de
Tárcoles para ver de lo que somos capaces los que vivimos en el área
metropolitana.
Como productor
de piña conocí la realidad de la contaminación que este producto provoca en la
tierra y en el agua, pues la enorme cantidad de químicos que hay que utilizar
para combatir plagas y fertilizar provocan que el suelo termine esterilizado e
inútil para utilizarlo en otros cultivos, lo mismo con la contaminación de las
aguas favorecida por las escorrentías que se llevan a los ríos el suelo y los
químicos aplicados al cultivo, provocando que cerca de estas plantaciones la
vida acuática sea inexistente. Me di cuenta dolorosamente que debía asumir un
compromiso por revertir como productor agropecuario esta realidad, con gran
costo deje la producción de piña y me dediqué a la agroforestería con menos
utilidades pero con mayor compromiso ecológico.
Como
ciudadanos aún no hemos asumido al menos en nuestro país, un mayor compromiso
por demandar de los gobernantes una mayor sensibilidad y compromiso con el
consumo energético, especialmente el derivado del petróleo y por ello aún no se
ven exenciones sustantivas por la importación de autos eléctricos, estímulos
fiscales para la instalación de paneles solares o plantas eólicas caseras donde
es posible por los vientos favorables para ellas.
Los patrones
dominantes de producción y el consumismo han llevado a nuestras sociedades a la
insensibilidad sobre el efecto que esta conducta causa en el medio ambiente,
pues ha mayor producción de bienes suntuarios, en particular, mayor es el
consumo energético y la contaminación ambiental tanto en líquidos industriales,
como en gases y en sólidos no degradables, basta verlo con el efecto de los
plásticos en el medio ambiente.
Ser más y no
tener más es una responsabilidad social y universal con la que todos deberíamos
estar comprometidos y por ello que una visión compartida de valores especialmente
con las nuevas generaciones es una tarea que no debemos posponer más. En las
ciudades nuestros hijos creen que ser mas es andar con ropa de marca, consumir
sin importar el costo y volverse adictos al uso y consumo de aparatos
tecnológicos que tratan de cambiar cada vez que el mercado les ofrece nuevos
modelos por no quedarse atrás del resto de la camada a la que pertenecen, sin
importarles los efectos ambientales que ello conlleva.
Ser conscientes
de nuestra interdependencia con todos los seres vivos nos permitiría combatir
nuestra soberbia de que como seres vivos en la cúspide de la evolución nos
permitimos hacer lo que queramos sin mostrar ninguna preocupación por el efecto
que provocamos. Al respecto muy bien lo ha señalado Paul Watson[1] en la recién entrevista
vía Skipe que le realizara el periódico La Nación desde el Océano Antártico
donde dirige la operación “Cero Tolerancia” a la caza de ballenas por la flota
ballenera de Japón, al señalar “Me
critican porque dije que los gusanos eran más importantes que las personas. Yo
lo dije porque es cierto. Los gusanos pueden vivir en la Tierra sin las
personas, pero las personas no pueden vivir en la Tierra sin los gusanos. Esa
es una realidad ecológica…”. Cuánta razón tiene, necesitamos a los gusanos pero
ellos no nos necesitan pues sin gusanos o lombrices la Tierra no se airearía ni
se fertilizaría y nuestros cultivos no
producirían. Recordemos que los indígenas al negociar un terreno tenían por
costumbre contar el número de lombrices que tenía el terreno, en pequeñas áreas
seleccionadas al azar, para determinar el nivel de fertilidad del suelo y así
saber si convenía el trato o no.
Por ello
poseer, administrar y utilizar los recursos naturales no nos da derecho a
causar daños ambientales ni a impedir que las generaciones futuras disfruten de
los recursos naturales que hoy nos ofrece la Tierra, basta ver el efecto que
causamos con la cantidad de especies que ya están en estado de extinción por
causas humanas.
En la
relación de producción y consumo de productos naturales debemos apoyar el
comercio justo donde productores y consumidores tengan reconocidos sus derechos
y no como sucede actualmente donde las grandes cadenas comerciales imponen sus
relaciones económicas a costa de los productores pagándoles por sus productos
precios irrisorios que no compensan los costos de producción.
Así, velemos
por una justicia social y económica acorde con la realidad de nuestras
poblaciones, por un compromiso con una democracia efectiva, por un desarrollo
sostenible, por una cultura de transparencia y de rendición de cuentas que
desestimule la corrupción, por un fortalecimiento de nuestros valores y mantengamos nuestra lucha por la
sostenibilidad, la justicia y la paz.